lunes, 7 de septiembre de 2015

Ley del lobby y el complejo panorama para la ciudadanía

De manera silenciosa y con poco auge en los medios de comunicación masivos entró en vigencia en nuestro país, la  Ley N° 20.730 o Ley del Lobby, una iniciativa que tiene como telón de fondo la transparencia de los actos públicos y que el pasado 28 de agosto comenzó a operar de manera formal en los municipios.

En el caso de las corporaciones edilicias, están sometidos a esta ley, alcaldes, concejales, directores de obras y secretarios municipales, quienes son considerados sujetos pasivos y por lo tanto se deberá especificar el motivo del encuentro con cada uno de ellos.

Suena bien, si se analiza el mal momento que atraviesa la política y el aparato público en general, sin embargo esta nueva normativa y la forma en que la ciudadanía deberá enfrentarse a sus autoridades, especialmente municipales,  podría generar más de un dolor de cabeza.

Esto porque el primer encuentro entre los vecinos y las autoridades, se genera en los municipios. Con esta nueva ley, este acercamiento, se verá seriamente afectado porque para ello se deberá llenar un formulario que indique el motivo de la cita.  Es decir, un nuevo trámite a la ya abultada burocracia que vive el país y que en vez de facilitar las cosas, las complicará.

Pensemos que son muchas las personas que ante una necesidad recurren a su municipio para pedir colaboración, como una de las instituciones más cercanas. Si hasta ahora eso no resulta con mucha fluidez, porque se debe atener a la agenda, por ejemplo del alcalde, con la ley del Lobby no será mucho mejor, porque el motivo del encuentro, por particular o privado que sea, deberá detallarse en un documento con nombre y apellido, para posteriormente ese documento subirlo a la página de transparencia y por ende a la exposición de todos.

El nuevo proceso obviamente generará dificultades, porque a la ciudadanía en general no se le ha informado de manera detallada cómo se ejecutará este procedimiento y convengamos que en los municipios tampoco tienen claridad de cómo podrán implementarlo, sin generar menoscabo en la atención de público.

Y la inquietud continúa. ¿Qué pasará cuando alguien quiera reunirse con el alcalde sin aviso previo? ¿Qué va a pasar en una situación de emergencia?, ¿A quién se dirigen los vecinos para una reunión con su autoridad? ¿Qué pasará con los concejales cuándo se reúnan con agrupaciones sociales?, o ¿Aquellos habitantes rurales con baja escolaridad?;  en fin, las preguntas son muchas y lo cierto es que la ley debe cumplirse.

Está bien preocuparse por transparentar los actos de las instituciones públicas, como una forma de devolver la confianza hacia la  ciudadanía, pero resulta absurdo coartar ese acercamiento que hasta ahora mantenía el municipio con la comunidad en general por una ley a medio implementar.


Es necesario entonces resolver de manera clara y rápida la forma en que se ejecutará  esta ley, sin  generar distanciamiento, uno que ya ronda en los pasillos de los municipios.