Revisando las
redes sociales y la prensa tras el terremoto 8,4 grados Ritcher que registró nuevamente
nuestro país en la víspera de una de las celebraciones más importante para Chile,
nuestras Fiestas Patrias, he podido percibir la serenidad con que actuaron la
mayoría de los compratiotas donde fue el epicentro del sismo, región de
Coquimbo, y también de aquellos que siguieron al pie de la letra el protocolo
de evacuación de las zonas costeras.
Y es que un
movimiento de estas características, lo único que provoca es temor y deseos de
salir huyendo para buscar resguardo y mantener nuestra integridad y nuestra vida.
Pero lo que
hemos percibido de aquellas personas que viven en la zona afectada, es total y
absoluta serenidad, primero para asumir que se ha perdido todo lo material, el
esfuerzo de muchos años de trabajo, y que pese a ello, está la motivación para levantarse nuevamente.
Esa entereza
es admirable y entonces surge la inquietud, si es que ya hemos aprendido a
vivir en un territorio sísmico o que ante tanto reto de la naturaleza estamos
aprendiendo a superar estas circunstancias traumáticas.
A mi parecer, ambas cosas son necesarias para salir delante
de una situación como estas y ambas se
vieron reflejadas en este nuevo episodio natural que nos ha tocado vivir. Ha sido notorio el aprendizaje que han
adquirido quienes están gobernando, puesto que al cabo de unos minutos del
movimiento ya se estaban disponiendo las alarmas para evacuar las zonas
costeras, porque venía un tsunami. Lo propio ha hecho la cuidadanía que ya está preparada con un
kit de emergencia, asumiendo que ante una situación como estas es necesario
seguir los protocolos que ha dispuesto la autoridad.
Es cierto que
tras este suceso, las celebraciones de nuestra Independencia Nacional, al menos
este año, han sido distintas, ha habido
celebración claramente, pero con mesura como una forma de solidarizar con
nuestros compatriotas y recordar aquellos fallecidos; ello demuestra que ante
la adversidad estamos dispuestos a levantarnos y no nos quedamos solo en el
lamento. Ello ha sido motivo de asombro desde el extranjero.
Entonces, solo queda confiar en que los protocolos de
emergencias sigan mejorando; que nunca
más tengamos que lamentar un 27F y que los afectados cuenten, no solo con el
apoyo del vecino, que al instante tiende
una mano generosa, sino que del Estado
para que los pueblos se vuelvan a levantar y de este modo continuar con sus
vidas, esa que a veces se ve remecida por una naturaleza inquieta.
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