Quien más de
alguna vez siendo niño no pensó ser
importante cuando adulto. Doctor,
profesor, bombero, abogado, hasta presidente de la República y ¿Por qué no?, si
soñar no cuesta nada, dirá usted.
Un destacado sociólogo
decía que un individuo siempre termina habitando la casa de sus sueños. Y es
que cuando nos empeñamos en concretar algún
sueño, este se cumple, ya sea por entusiasmo o por mentalizarnos de tal manera que las cosas
terminan favoreciéndonos.
Pero convengamos
que no es fácil, se requiere de mucho esfuerzo mental y físico. Mental para no decaer ante las
adversidades que se presentan en el camino, muchas veces acompañadas de envidias
o tropiezos. Respecto al esfuerzo físico, todos sabemos, levantarse temprano,
tomar locomoción colectiva, llegar a la Universidad, al trabajo o el típico
recorrido por las oficinas públicas para realizar algún trámite; concertemos que pese al avance tecnológico que ha
experimentado nuestro país, seguimos siendo los reyes del papel y por ende de
la burocracia.
Entonces con
tantas trabas, las fuerzas decaen y los sueños terminan por romperse y con ello
el deseo de ser importante. Y en la
actualidad ser importante tiene su peso
en esta sociedad que alaba a quien sobresale por algún mérito ya sea artístico,
cultural, ideológico y hasta político; aunque esto último ha estado en tela de juicio.
Ser importante en Chile implica ser reconocido, influyente, tener poder.
Sin embargo
ser importante va más allá de alcanzar reconocimiento o estatus. “Cada ser
humano tiene dentro de sí, algo mucho más importante que él mismo; su Don”. (Paulo
Coelho). Entonces independiente de alcanzar esa meta, lo necesario es explotar
ese don.
Entonces, como
la vida no ha sido fácil para mí, (imagino que para ustedes tampoco lo ha sido)
he decidido tomar la pluma, en realidad
el teclado y escribir porque quiero ser
importante y con ello desahogarme de aquellas cosas del día a día que a veces,
agobian.
No hay comentarios:
Publicar un comentario