jueves, 3 de septiembre de 2015

Ya nada asombra

He oído a mucha gente decir, “ya no veo, ni oigo  noticias porque cada día la cosa es peor”.  Tal vez la frase refleja una realidad que cada día crece en nuestro entorno, donde los hechos de violencia, la delincuencia y la falta de amabilidad nos envuelven,  y lo que es peor, es motivo de titulares copando casi la mitad de los noticieros.

Justamente en uno de estos espacios vi como dos vecinos, una mujer y un hombre, ambos adultos,  se agredían físicamente, tratando de arreglar sus diferencias.  Me llamó la atención este hecho que quedó registrado en las cámaras de seguridad, en el sentido que hoy en día sencillamente  no tenemos paz. Ya no basta con discutir a viva voz, sino que además hay que agredir al otro.  Por lo visto, este tipo de medidas  no es cosa de adolescentes, que con el ímpetu juvenil no dudan en trenzarse a golpes para solucionar conflictos, sino que va mas allá y suele ser una práctica muy usada por los adultos. Con la diferencia que a los grandes no se les exige la comparecencia de los apoderados, como ocurre al interior de los colegios.

Me pregunto si esto ha ocurrido siempre o es que en los tiempos modernos, el avance tecnológico nos permite interiorizarnos tristemente de esta realidad. Tengo la sensación que en nuestro país, hemos perdido completamente el respeto; primero hacia uno mismo como ser humano y por ende hacia el otro. Hoy no hay ningún empacho en levantar la voz a quien sea y no sólo levantar la voz y agredirse físicamente.  No hay respeto de los más jóvenes con los adultos en la locomoción colectiva; ni hablar del profesor. En  mis años de enseñanza básica un docente era respetado, porque además de entregar contenidos de materias, era orientador, psicólogo, madre y padre.  Aparentemente las exigencias de la competencia por ser mejor eran menos y entonces la calidad de la enseñanza era otra.  Hoy eso no se ve.

Quizás esta suerte de vida sin control que llevamos tenga un origen; las exigencias que te impone la sociedad o el egocentrismo a que nos está  empujando  el avance de la tecnología. Los celulares inteligentes  y el tiempo que dedicamos a nuestros trabajos nos alejan cada día de nuestros seres queridos y con ello de socializar como en aquel entonces.

Pero entre todo lo malo, aún se puede creer en la humanidad. Otro hecho que me impactó fue el abandono en que estaba un menor de tres años en Arica, al punto de ser amamantado por un perro.  La pregunta es ¿qué calidad de ser humano es capaz de borrarse al punto de olvidar que tiene responsabilidad?.  Entre toda esta negativa, surgen los vecinos que en un acto responsable hacen las denuncias y las autoridades se hacen cargo de un menor desvalido hasta ahora.

Esto me lleva a otro caso que estremeció a Chile. La muerte de otro menor a manos de su madrastra. Hasta entonces, yo estaba convencido que las madrastras malvadas estaban sólo en los cuentos. La realidad supera la ficción, dicen.  Lo que me causa mucha extrañeza es que el padre de ese niño desconocía lo que pasaba en su entorno, en su misma casa. Creo que también debiera actuar la justicia, por faltar a una responsabilidad como lo es el cuidado y protección de un menor, en este caso, un hijo.


Espero que este tipo de hechos nos hagan reflexionar y analizar en qué estamos realmente. ¿Cual es nuestra prioridad por la vida? ¿Es la búsqueda de estatus, de un mejor pasar económico? O será que ¿habrá apagar plasmas, iphone y ordenadores para conversar y volver a mirarnos a la cara?.

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