He oído a
mucha gente decir, “ya no veo, ni oigo noticias porque cada día la cosa es peor”. Tal vez la frase refleja una realidad que
cada día crece en nuestro entorno, donde los hechos de violencia, la
delincuencia y la falta de amabilidad nos envuelven, y lo que es peor, es motivo de titulares
copando casi la mitad de los noticieros.
Justamente en
uno de estos espacios vi como dos vecinos, una mujer y un hombre, ambos
adultos, se agredían físicamente, tratando
de arreglar sus diferencias. Me llamó la
atención este hecho que quedó registrado en las cámaras de seguridad, en el
sentido que hoy en día sencillamente no
tenemos paz. Ya no basta con discutir a viva voz, sino que además hay que
agredir al otro. Por lo visto, este tipo
de medidas no es cosa de adolescentes,
que con el ímpetu juvenil no dudan en trenzarse a golpes para solucionar
conflictos, sino que va mas allá y suele ser una práctica muy usada por los
adultos. Con la diferencia que a los grandes no se les exige la comparecencia
de los apoderados, como ocurre al interior de los colegios.
Me pregunto
si esto ha ocurrido siempre o es que en los tiempos modernos, el avance tecnológico
nos permite interiorizarnos tristemente de esta realidad. Tengo la sensación
que en nuestro país, hemos perdido completamente el respeto; primero hacia uno
mismo como ser humano y por ende hacia el otro. Hoy no hay ningún empacho en
levantar la voz a quien sea y no sólo levantar la voz y agredirse físicamente. No hay respeto de los más jóvenes con los
adultos en la locomoción colectiva; ni hablar del profesor. En mis años de enseñanza básica un docente era respetado, porque además de entregar contenidos de
materias, era orientador, psicólogo, madre y padre. Aparentemente las exigencias de la competencia
por ser mejor eran menos y entonces la calidad de la enseñanza era otra. Hoy eso no se ve.
Quizás esta
suerte de vida sin control que llevamos tenga un origen; las exigencias que te
impone la sociedad o el egocentrismo a que nos está empujando el avance de la tecnología. Los celulares
inteligentes y el tiempo que dedicamos a
nuestros trabajos nos alejan cada día de nuestros seres queridos y con ello de
socializar como en aquel entonces.
Pero entre
todo lo malo, aún se puede creer en la humanidad. Otro hecho que me impactó fue
el abandono en que estaba un menor de tres años en Arica, al punto de ser
amamantado por un perro. La pregunta es ¿qué
calidad de ser humano es capaz de borrarse al punto de olvidar que tiene
responsabilidad?. Entre toda esta
negativa, surgen los vecinos que en un acto responsable hacen las denuncias y
las autoridades se hacen cargo de un menor desvalido hasta ahora.
Esto me lleva
a otro caso que estremeció a Chile. La muerte de otro menor a manos de su
madrastra. Hasta entonces, yo estaba convencido que las madrastras malvadas
estaban sólo en los cuentos. La realidad supera la ficción, dicen. Lo que me causa mucha extrañeza es que el
padre de ese niño desconocía lo que pasaba en su entorno, en su misma casa.
Creo que también debiera actuar la justicia, por faltar a una responsabilidad
como lo es el cuidado y protección de un menor, en este caso, un hijo.
Espero que
este tipo de hechos nos hagan reflexionar y analizar en qué estamos realmente. ¿Cual
es nuestra prioridad por la vida? ¿Es la búsqueda de estatus, de un mejor pasar
económico? O será que ¿habrá apagar plasmas, iphone y ordenadores para
conversar y volver a mirarnos a la cara?.
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